
Esta mañana me he despertado y sin más reparo he echado a correr, mucha gente inundaba las calles de la ciudad pero no por esa razón pensaba detenerme, no podía detenerme.
En mi mente se dibujaban imágenes de ilusiones.
Corrí hasta la parada más cercana del tren, donde sabía que en cuestión de minutos tú bajarías de uno de ellos y me buscarías con la mirada.
Te esperé y como bien había previsto, al cabo de, más o menos, media hora, vi un tren que iba ralentizando su paso a la par que se acercaba a la parada, hasta que al fin, paró totalmente frente a ella.
Yo me levanté del banco y noté como se me hacía un nudo en la garganta y el corazón me latía tan fuerte que casi se le podía oír.
Busqué tu mirada por todos lados y al fin la encontré. Tus preciosos ojos verde-azulados me seguían con la mirada. En tu cara había dibujada una resplandeciente sonrisa que, se podría decir, iluminaba el oscuro lugar con su fuerza.
Emocionada poco a poco me acerqué a ti y noté como tu fuerte cuerpo me elevó en el aire y me hizo girar dos o tres veces y también como tus perfectos labios rozaron mi mejilla y yo cerré los ojos para disfrutar más intensamente de ese momento.
Horas más tarde, cuando la noche ya había caído hacía rato y la luz de las farolas iluminaba con su tenue luz la ciudad, salimos a caminar por el pueblo y a hablar. Teníamos tantas cosas que contarnos...llevábamos demasiado tiempo sin vernos.
Hablamos durante horas y horas y al fin, rendidos de tanto caminar, volvimos a mi casa y nos tumbamos juntos sobre la hierba mojada, los dos nos quedamos largo rato callados observando el cielo despejado.
Cuando el sol empezó a entreverse perezoso entre las montañas todavía seguíamos ahí los dos, sin ningún reparo en quedarnos ahí tumbados todo ese día.
Entonces, cuando el sol no había salido del todo todavía, me agarraste mi mano con la tuya dulcemente, te erguiste y me miraste a los ojos y yo te pedí que nunca te alejases, que te quedases allí conmigo.
Lo último que vieron mis ojos fueron tus manos acariciándome con dulzura el rostro y tu cara acercarse cada vez más a la mía y lo último que sentí fueron tus labios rozando con miedo los míos.
En ese preciso instante amanecía por completo...
Ahora cada vez que pasó por este jardín mi cabeza se llena de recuerdos dulces, me acuerdo de tu rostro y echo otra vez a correr como una niña, con los ojos inundados de lágrimas, corriendo hacia la antigua parada del tren, me siento en el banco y espero a que el próximo tren llegue y volver a verte, sólo volver a verte.
sta gniial!!!! deberias seguiir scriibiiendo...(culebrones,seriies cutres....)jajaja
ResponderEliminarYa, la verdad me habia planteado inventarme el guion para Patito Feo...(pa' que vuelvas!!)
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